“SI VIENES, POR EJEMPLO, A LAS CUATRO DE LA TARDE, A PARTIR DE LAS TRES EMPEZARÉ A SER FELIZ” – EL P
“SI VIENES, POR EJEMPLO, A LAS CUATRO DE LA TARDE, A PARTIR DE LAS TRES EMPEZARÉ A SER FELIZ. A MEDIDA QUE SE ACERQUE LA HORA ME SENTIRÉ MÁS FELIZ. Y A LAS CUATRO, ME AGITARÉ Y ME INQUIETARÉ; ¡DESCUBRIRÉ EL PRECIO DE LA FELICIDAD!”
– “EL PRINCIPITO” /ANTOINE DE SAINT EXUPÉRY
Quien viaja, vive. Quien vive, ama. Quien ama, no es indiferente…y creo que una de las realidades más opuestas a la indiferencia es la amistad. He aquí, por eso, algo que he aprendido sobre los amigos…y todo gracias a que a lo largo de mi vida he logrado encontrar algunos. Por eso ahora #MochileandoVoy pero es mejor cuando #MochileandoVamos!
¡Qué difícil es encontrar un buen amigo! Y no solo encontrarlo, sino hacerlo nuestro, nuestro amigo…
De las cosas más lindas que me han dado, fue una carta. Una carta tan bien pensada, artística, elaborada. Pero más que eso. Se trataba de una carta llena de amor, entrega y esperanza. Una carta de mi gran amigo, no digo el único que tengo ni he tenido, porque no sería verdad, pero sí el único que ha llegado a quererme así. Que ha logrado levantarme con tan solo intentarlo. Con tan solo tener el deseo de hacerlo, de reparar las páginas que han sido rotas y maltratadas a lo largo de mi vida. Esas páginas del libro de mi vida, de mi corazón. De mi capacidad de confiar en otros, de ser yo sin miedo y en cada momento…
Gracias a esta amistad entendí que lo que le hace falta al mundo, a las parejas de enamorados, a la cantidad de corazones que se dejan quebrantar o romper, no son más caballeros o señoritas, o buenas personas…¡SON AMIGOS!
Porque cuando tienes un amigo verdadero, que te ama y acepta como la persona que eres en todos los sentidos, incluso en los que no conoce, entonces no te conformas con amores menores. ¡Cuántas veces he escuchado y he pensado “tal o cual novio/enamorado subió la barra y el siguiente tiene que llegar hasta ahí o superarlo”! Y pensamos que la vara del amor la ponen aquellos que fueron pasajeros, ¡cuando no! Son los amigos quienes deben protagonizar esa medida.
Hace un tiempo estaba conversando con una amiga que me confesó que había atravesado, hace no mucho, por una etapa muy difícil en su vida. Todo como consecuencia de un corazón herido y roto. Había caído en encantos pasajeros que se disfrazan de amor, entregándose a quienes no lo merecen; en consumo excesivo de alcohol (no recuerdo bien si en drogas también); depresión; ataques de euforia…de todo un poco. Estaba tan mal que tuvo que regresar a vivir con sus padres. Mientras conversábamos, yo pensaba en mi amigo y en otros amigos, y me di cuenta de que lo que ella necesitaba era tener buenos amigos, o aunque sea un buen amigo. En ese momento ella contaba con amigas, pero de esas amigas un poco superficiales que basan la plenitud de los momentos y de la vida en tener o no tener novio…¡nada más! Si mal no recuerdo ella había comentado con ellas algún aspecto de la situación que atravesaba y la respuesta que recibió fue algo así como “lo que pasa es que no tiene noviooo” ¡Qué clase de respuesta es esa por favor! ¿En qué hemos caído, que ahora basamos la felicidad en el noviazgo y que la justificación para que nuestra amiga este triste es justamente su soltería?
No digo que todos los casos se manejen de esta manera ni en todas las amistades pero si considero que esta generación, de la que soy parte, sufre un complejo relacionado con este tema (en el caso de los que sueñan con casarse o con tener una relación amorosa – claro que está también el caso de los decepcionados del amor, sea por un divorcio sufrido desde cerca o por un corazón roto, entre otros muchos casos) y necesitamos hacer algo al respecto. Y ese algo que sugiero contiene dos soluciones que parecen fáciles pero en realidad son difíciles de aplicar:
Necesitamos empezar a hacer lo que nos haga verdaderamente felices.
Necesitamos empezar a ser buenos amigos y a dejar que otros se conviertan en buenos amigos nuestros.
1. NECESITAMOS EMPEZAR A HACER LO QUE NOS HAGA VERDADERAMENTE FELICES.
Confieso que me encanta viajar sola. Pero no porque me guste estar todo el tiempo con mi soledad sino porque de esa manera conozco a más personas. Pero antes de irme sola por primera vez tuve miedo. Por suerte, a pesar de eso, ¡me fui! Y me encantó. Puedo decir que la primerísima vez que fui completamente sola a algún lado fue hace poco, en México. Antes había viajado pero sabía que en el lugar al que iba había aunque sea una persona conocida o alguien a quien recurrir. En esta ocasión me iba a Guanajuato (recomendadísimo) y lo único que sabía era que tenía reservadas dos noches en un hostal. Nada más. Llegué sola y eso me obligó a hablar con la gente que estaba ahí…y nos llevamos bien! Y pasamos juntos algunos días y noches: turisteamos, salimos a comer, de fiesta, nos quedamos conversando en el hostal. Eramos muchos viajeros solitarios de México, Australia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Ecuador que, gracias a eso, nos conocimos.
El punto de esto es que sí, hacer lo que nos gusta va muchas veces en contra de la corriente (no necesariamente de toda la corriente pero quizás si la de nuestro círculo social, de nuestra zona de confort) y además de eso, nos asusta un poco. Pero no hay que darle importancia a eso. Hay que confiar y salir al mundo. Abrirnos a conocer nuevas amistades, vivir un poco más a la deriva (aunque sea en ocasiones) y, lo gracioso es que eso nos llevará a la estabilidad. Quizás no económica, dependiendo de qué sea lo que nos gusta hacer, pero sí a la estabilidad emocional.
Hace dos días llegué a un nuevo destino – San Sebastián/Donosti, al que fui sin saber en dónde iba a dormir ni nada (sí conseguí todo), y mientras caminaba y pensaba en nada, me di cuenta de que estaba feliz. Solo eso. Estaba feliz. No alegre, no riendo, feliz. Sin nada que me falte ni que me sobre en ese momento. Feliz. Y es así, necesitamos hacer un poco más de lo que nos llena el alma…así sea solo caminando o contemplando un paisaje, una flor. Es chistoso porque a veces creemos que la felicidad se encuentra en las cosas grandes pero creo que nos fue dada una capacidad de asombro (que muchas veces se mantiene en potencia) tan gigante que en donde la encontraremos es en los detalles de cada día, de cada momento. Hace falta pensar en ello. Y para eso, hace falta tener momentos a solas, con nosotros mismos. Y aceptar y actuar. No siempre es fácil pero es un “must”.
2. NECESITAMOS EMPEZAR A SER BUENOS AMIGOS Y A DEJAR QUE OTROS SE CONVIERTAN EN BUENOS AMIGOS NUESTROS.
Por lindo que suene eso de hacer lo que nos haga felices, creo que es algo que no es fácil. Y que si bien es necesario estar bien con uno mismo, y que ese es un aspecto primordial en la vida, pienso que si todo se está cayendo a tu alrededor es muy complicado alcanzarlo, por no decir, imposible. Pero pensemos en algo. ¿Qué si todo se cae a pedazos a tu alrededor pero tienes un buen amigo a tu lado? ¿No haría una diferencia casi extrema? ¡He ahí la respuesta!
Si yo no supiera que tengo a alguien, aunque sea a kilómetros de distancia, que me quiere como soy, que me respeta y estima, no sé hasta que punto podría estar así, simplemente feliz. Creo que no podría estarlo, porque creanme que esa amistad es uno de esos aspectos que más me llenan. Una de las piezas del rompecabezas.
Es relativamente fácil conocer gente y hacer amistades. Pero buenos amigos ¡eso sí es complicado! Lo es porque no implica únicamente estar ahí para el otro, en las buenas y en las malas, o poder conversar de todo e ir de fiesta, o no hacer nada juntos. Implica permitirle al otro abrirse ante nosotros, descubrirse. Y por lo menos eso a mí no me resulta fácil, porque conlleva compromiso. Porque si otra persona se abre a ti, se está depositando en ti. Dejando que tú seas su soporte. Y eso es ser más que un confidente. Es como cuando abrazas a alguien y esa persona se deja abrazar por ti (quizás han experimentado esto más a la inversa, al dejarse abrazar por el otro y sentir que te sostiene realmente. La verdad es que yo solamente lo he experimentado pocas veces). Cuando pasa eso, dar marcha atrás en la amistad implica mucho más que dejar de tener con quién hablar. Le quitaste a alguien un soporte.
Por otro lado, dejar que otros sean buenos amigos, desde mi punto de vista, es mucho más difícil. Porque obliga a confiar. A dejarnos abrazar, sostener…y, a la vez, a darle al otro la posibilidad y capacidad de irse y llevarse ese soporte. Dejar que otros sean amigos nuestros nos da certeza, pero nos obliga, OBLIGA, a confiar. Por suerte es una obligación que no es impuesta, sino que viene en el paquete…pero que muchas veces es difícil sacar del sobre.
Además de todo esto, ser buen amigo te demanda tener conversaciones que pueden ser incómodas, en caso de que sea necesaria una corrección fraterna, de cualquiera de las partes; a hacer preguntas incómodas, o responderlas. Una amistad requiere todo esto y, a la vez, a ninguna de estas cosas. Porque la amistad no se fuerza nunca (aunque sí requiere esfuerzo). Es una cosa maravillosa que surge y en la cual, gracias al tiempo compartido y a la confianza que se desarrolla, fluye. Y no te ves obligado a nada. Pero si comprometido a llegar (y lo lindo es que no ‘tienes que’, sino que quieres llegar). Y por eso tu amigo es capaz de decirte que “si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad!” (Antonine de Saint Exupéry).
Y eso, en resumen, es la amistad: la felicidad compartida. La forma de amar más real, pura y humana, porque es social, y somos seres sociales. Algo que nos implica completamente con el otro. Algo que nos lleva a amar personas y no proyectos, porque el amigo verdadero no busca moldear al otro. Lo quiere mejor, sí, pero no lo moldea. No quiere que cambie ni que sea distinto. Ama al amigo como es y no le deja caer. Y si cae, lo levanta, o lo intenta. E intentándolo, lo logra…y si la caída es aún más fuerte, entonces la presencia del amigo es aún más poderosa y el levantamiento es más potente. Porque las caídas más fuertes son las ocasionadas por otra persona que nos falla y, por eso, solo el amigo fiel es capaz de levantarnos. Porque sana una herida del corazón, con un nuevo corazón.
Y en esto no puedo no hacer una relación con mi fe: cristiana, católica, porque la relación es evidente y más clara si la pongo así: Cuando se cometió la primera ofensa contra Dios por parte del ser humano se cometió una ofensa eterna, ya que el ofendido Es un ser eterno y por tanto, necesitaba una “pedida de perdón” de la misma magnitud, pero por parte de un ser humano, para que se remedie la ofensa. Por eso, con la venida de Cristo, que murió para reparar esa ofensa, y pidió perdón como ser humano, al ser Dios, este acto fue eterno…y por eso sirvió. Porque si no, por lógica, es imposible llenar el espacio. Espero haberme explicado bien. El punto es que en la amistad es así. Un buen amigo puede sanar corazones porque repara un lazo que se rompe, presentando uno inquebrantado. Llega a la medida necesitada para hacerlo.
Y, esto sale un poquitín del tema, pero a la vez no y con lo tratado antes se me vino a la mente, y es que Jesús, les dice a sus apóstoles que lo que Él va a hacer es lo que uno hace por los amigos: dar la vida. ¡Nos da la clave de la amistad! – que no siempre tiene que ser así de literal, sino que se manifiesta en detalles, en el día a día. En el amigo que renuncia a lo que quiere, por su amigo. Y lo hace PORQUE QUIERE y no por la obligación “de ser buen amigo”.
He ahí la grandeza y la necesidad de la amistad, que no es esto únicamente, sino muchas cosas más. Tantas que si quisiera abarcarlo todo, me demoraría en esto muchísimo más de lo que me he demorado…¡y me faltaría tiempo!
…gracias mi querido amigo, por haber estado, incluso cuando no sabía que estabas; por estar y porque sé que te vas a quedar, siempre.