GUIDO. EL ARGENTINO QUE ME CAMBIÓ LA VIDA.
Les presento a Guido. Una de las personas a quien más quiero y que, creo yo, es también una de las personas que más me quiere.
Nos parecemos en casi nada, pero con él hay algo que es más que complicidad. Hay amistad de la buena. Amistad que supera las similitudes y diferencias. Amistad que solo está. Y se mantiene.
Le conocí en un hostal, en el que viví durante 4 meses en Pamplona. Al principio me caía un poco mal, pero nos seguíamos viendo porque un amigo suyo sí me caía bien, y vivían juntos jaja (mega confesión). Pero una noche fui a su casa y Gonza se fue a dormir. Guido y yo nos quedamos conversando hoooras y pensé “Oh wow este Guido. Tan más chévere de lo que pensé que era”.
La cosa es que pasó el tiempo, Gonza se fue. Guido se quedó. Y una que otra vez nos vimos. Las preguntas que me hacía me chocaban. También me chocaba que él no quisiera filosofar de la vida conmigo, pero sí se interesaba en cómo había sido mi día y en cómo me sentía. En cómo era y estaba yo, más allá de qué es lo que pensaba de la vida. Me decía, cosas más o menos así: “Ese es el tipo de conversaciones que tienes que tener, esas son las preguntas que tienes que hacer Nati”.
Poco a poco, sin darme cuenta empecé a cambiar. A ser más “humana”. Aprendí de él de la amistad, de la sencillez. Aprendí de su autenticidad, de su sinceridad. No puedo decir todo con palabras, se me quedan pequeñas. Solo puedo decir que me explota la sonrisa y el corazón cuando pienso en Guido, pero simple y sencillamente, no tengo palabras para decir todo lo que ha significado y significa en mi vida.
Una cosa sí que sé y puedo expresar de él: es una de las razones por las que quiero volver a España y a Pamplona. Para ir a su casa, de la cual me siento parte gracias a la acogida que tuvo conmigo; para comer una milanesa o un pastel de carne; escucharle tocar guitarra y cantar; tomar un fernet y un buen whisky; bailar un poco; conversar, Y FILOSOFAR un tanto más. Como ven, al final sí terminamos filosofando. Lo lindo es que fue un proceso.
Enseñándome a apreciar los detalles y el día a día, Guido me mostró lo profundo de la vida.
Guido es. Y con solo ser, es más que suficiente. Y Guido va a estar bien, donde quiera que esté, porque con lo bueno que es (aunque le guste negarlo), es imposible que atraiga algo que no sea bueno a su vida.
¡Gracias Guido, por cambiarme la vida!